NUESTRAS ADELITAS DE AYER
- oriente michoacano
- 30 nov 2020
- 4 Min. de lectura
NUESTRAS ADELITAS DE AYER
Por: Psic. Josefina Morales Zaragoza
Secretaria del Consejo Municipal de la Crónica
Estamos conmemorando 110 años de la Revolución Mexicana, y entre los nombres que figuran en las reseñas y semblanzas históricas, por ahí como en un rincón no encontramos con los nombres de varias mujeres, y se generaliza llamándolas a todas “adelitas” y “valentinas”.
En nuestra Revolución Mexicana, también hubo faldas, manos amorosas y revolucionarias que cocinaban, lavaban, hacían las mismas labores que en el hogar, curando, pariendo hijos, cobijando a los soldados, pasaban igual que ellos sed, frío y seguramente tenían sus momentos de tristeza.
Su figura acompañando el contingente a veces a pie, y otras veces a caballo, como las hemos visto en varias capturas fotográficas, y bajando o subiendo al tren, como aquellas fotografías de la familia Casasola que recoge imágenes que ciertamente dicen más que mil palabras, a quien desee dialogar con ellas.
Muchas de ellas si moría “su hombre”, tomaban el fusil y el lugar para continuar en el combate, cuantas ante la pérdida de su ser amado, continuaban seguramente con lágrimas en sus ojos, siendo la “avanzada” o “los escudos de las tropas”.
Y ¿cuantos nombres de aquellas recordamos? Claro, eran miles. . .algunas han sido juzgadas por los historiadores, en un tema discriminatorio llamándolas mujerzuelas o prostitutas; quienes somos nosotros para juzgar conductas, olvidan las que fueron violadas o robadas de sus familias; y es que cuando la lucha en la revolución, es para recuperar la dignidad de los mexicanos todos, sin distingos de género o raza, más aún sin discriminar quien sí o quien no, todos somos México.
Tenemos las leyendas de Adelita y Valentina, las recordamos en lindos corridos, haciendo homenaje a todas y a ninguna, porque las poéticas letras, solo hablan de una parte de la historia, falta conocer el aporte del género femenino.
Hubo mujeres que opinaron, escribieron, transcribieron y las que fueron mensajeras, y otras que también tomaron las armas, poniéndose las cananas, llevando fúsil y pistola en el cinto.
Algunas incluso escondieron su género bajo las ropas, ocultándose para evitar burlas “por ser mujeres”, o temiendo abusos y violaciones. Otras que estuvieron en la revolución nunca fueron consideradas como elementos del ejército, negándoseles pensión.
Nuestra historia nos muestra hombres inteligentes, estrategas, valientes y menciona superficialmente a algunas de las muchas mujeres revolucionarias, también con valores y capacidades dignos de considerarse ofrendados a este nuestra patria.
Hubo mujeres que estando en el ejército, llegaron a tener rangos más altos que solo soldaderas, que además tuvieron bajo sus órdenes hasta 300 soldados. Muchas obtuvieron su grado de coronel.
Sin duda la Revolución Mexicana, es un antes y un después, demostrando que por la patria todos y todas estamos dispuestos a luchar por la justicia social y la igualdad de derechos.
Y a manera de homenaje nombrare a aquellas mujeres que los historiadores han rescatado del olvido:
María de la Luz Espinoza Barrera, en 1910 le fue otorgado el grado de teniente coronel, por el General Emiliano Zapata, al demostrar gran valentía, coraje y habilidad como jinete.
Clara de la Rocha, en 1911 durante la toma de Culiacán, Sinaloa, fungió como comandante de una guerrilla.
María Quinteras de Meras, participó en 10 enfrentamientos, y por sus méritos, alcanzó el grado de Coronel en el Ejército Villista.
Carmen Vélez, conocida como "la Generala", comandó cerca de 300 hombres que lucharon en los estados de Hidalgo y Tlaxcala.
Ángela Jiménez, experta en el manejo de explosivos, obtuvo el grado de Teniente, en el Ejercito Villista.
Petra Herrera, formó su propio ejército integrado por mujeres, autonombrándose “Generala”, peleo a lado de las fuerzas maderistas en el asalto a la ciudad de Torreón Coahuila, donde se expulsó a las fuerzas federales.
Las hermanas Natalia Serdán Alatriste ( (1875-1938) y María del Carmen Serdán Alatriste (1875 -1948) Originarias de Puebla, simpatizantes con la causa maderista y leales mujeres en la Revolución Mexicana.
Juana Belén Gutiérrez (1875-1942), Profesora y periodista anarquista, feminista, sufragista y activista que, durante el porfiriato, se pronunció fuertemente en contra del catolicismo radical, la corrupción política y las injusticias sociales. Fue encarcelada en varias ocasiones pero continuó expresando sus ideas sobre la falsedad de líderes y partidos políticos. Fundó el Club Liberal Benito Juárez en 1899 y, en 1907, Las Hijas de Anáhuac, formado por unas 300 mujeres que, a través de huelgas, exigían mejores condiciones laborales para ellas. Juana también fue parte del grupo que elaboró el Plan de Ayala, en 1911. Después de la revolución siguió activa y, en 1930, se convirtió en editora del periódico Alma Mexicana. En 1940 fundó el grupo La República Femenina. Continuó colaborando en diversos periódicos hasta su muerte.
Dolores Jiménez y Muro (1848-1925) Dolores fue socialista y activista política en su natal Aguascalientes y trabajó en numerosas publicaciones de izquierda. Una de ellas fue La Mujer Mexicana, donde era miembro de la redacción, lo que le valió ser encarcelada por los gobiernos de Porfirio Díaz y de Victoriano Huerta. En 1911 planeó una conspiración para llevar a Francisco I. Madero a la presidencia; como simpatizante del Partido Liberal Mexicano, colaboró en la redacción de su programa, teniendo como compañero a Ricardo Flores Magón. Al conocer sus ideas sobre los derechos sociales y económicos de los trabajadores, Emiliano Zapata le pidió ayuda para su causa, a la que ella se unió en 1913, y permaneció con él hasta que fue asesinado en 1919. Presidió el Club Femenil Hijas de Cuauhtémoc quienes, con Dolores al frente, protestaban con la consigna: “Es tiempo de que las mujeres mexicanas reconozcan que sus derechos y obligaciones van más allá del hogar”.
Hermila Galindo (1886-1954) Editora de la Revista femenina Mujer Moderna, en 1915 trabajó a favor de Venustiano Carranza y se pronunciaba a su favor ante grupos feministas, animando a las mujeres a luchar por sus derechos. Era temida por los moderados y por la Iglesia Católica, ya que abogaba por educación e igualdad para las mujeres, no solo académica, sino sexual. Apoyaba el derecho femenino al voto y lo promovió activamente para que fuera incluido en la Constitución Política de 1917. Sin embargo, el Congreso Constituyente decidió no incluir el voto femenino y no fue sino hasta 1953 (un año antes de su muerte) que Hermila vio realizado su sueño, cuando el Congreso y el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines aprobaron la reforma al artículo 34° constitucional.

“Al fin y al cabo, el miedo de la mujer a la violencia del hombre, es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo” Eduardo Galeano.

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